A los 23 años fui diagnosticada con cáncer, esta es mi historia

Por Ana Céspedes

“I‘m Mexican, what is your super power?”. Muchos de ustedes vieron esta frase en redes sociales a raíz de la increíble fuerza que mostró el pueblo mexicano después de los sismos ocurridos en septiembre.

Es curioso ver como el ser humano reacciona ante las crisis que llegan en el trayecto de la vida. Creo que el sufrimiento es una parte fundamental del desarrollo personal. A su debido tiempo y en su propia forma, a todos nos llega. Sin embargo, lo importante no es lo que nos pasa, sino como lo enfrentamos y lo que nos enseña. Cada quien vive las crisis a su manera y muchas veces lo que para algunos es irrelevante, para otros representa el mundo entero. Estoy convencida de que esta lucha interna es completamente personal e incomparable.

Creo que el sufrimiento es una parte fundamental del desarrollo personal. A su debido tiempo y en su propia forma, a todos nos llega.

Tengo 25 años, parecen pocos, pero por mi experiencia personal me tocó madurar de un sentón. Lo que me pasó no se lo deseo a nadie. Sin embargo, considero que el haber sobrevivido a un tratamiento de cáncer me dio lo más cercano a tener un súper poder.

mi historia con cancerLa noticia

En septiembre de 2015, fui diagnosticada con Linfoma de Hodgkins. Éste, es un tipo de cáncer que se desarrolla en los ganglios linfáticos. Las causas siguen siendo inciertas y afecta principalmente a jóvenes de entre 15 y 35 años.

El cáncer es un término muy amplio para definir una enfermedad, casi cualquier célula de nuestro cuerpo puede convertirse en cáncer.  Por lo anterior su nomenclatura es sumamente amplia, se diagnostica en diversos tipos, fases, órganos, tejidos, huesos, etc. Sin embargo, la palabra en sí misma – sin importar el pronóstico ni los avances científicos – nuca deja de sorprendernos. La mayoría de nosotros conocimos a alguien que murió a causa del cáncer, por eso inmediatamente relacionamos tener cáncer como uno de los escenarios más trágicos de vida.

En ocasiones, antes de haber sido diagnosticada, mi mente me llevó a imaginar la situación que después se volvió realidad.

Al imaginarlo, uno cree que podrá predecir cuál sería su reacción o cómo lo enfrentaría. La verdad es que no existe nada ni nadie que pueda preparar tu mente para lo que viene una vez que te dan la noticia. En mi caso, fue como estar en un sube y baja de emociones, por momentos parece que nada tiene sentido y que el mundo conspiró en tu contra: me torturaba preguntándome un millón de veces ‘¿por qué a mí?’; cinco minutos después podía dar por seguro que estaba hecha de roble y que nada de esto era motivo de tristeza, ‘es lo que me tocó y ni modo’.

La verdad es que no existe nada ni nadie que pueda preparar tu mente para lo que viene una vez que te dan la noticia. En mi caso, fue como estar en un sube y baja de emociones.

A mi parecer, la noticia fue un golpe más fuerte para los demás que para mí. Al contrario de ellos, yo sabía lo que sentía, como me sentía y podía medir mi propio dolor. Mi familia y amigos, no podían hacerlo. Sólo lo imaginaban, lo cual provocaba una incertidumbre muy difícil de manejar. En repetidas ocasiones, yo era quien consolaba a mis amigas.

El tratamiento

Después de meses de recorrer consultorios médicos con síntomas indescifrables, fui sentenciada a 12 quimioterapias. Dentro de todo, el pronóstico que me dieron fue positivo, el reto hasta ese momento era pasar esas doce, después, iba a estar como nueva.

La quimio es un arma de doble filo, la necesitas para vivir, pero al mismo tiempo te destruye. Durante este proceso, lo que me mantuvo firme y positiva en todo momento fueron aquellos que me acompañaron. La compañía la viví en miles de formas: mi mamá nunca me soltó, mi papá me concedió mucha estabilidad, mis hermanos no soportaban verme sin sonreír, mis amigos no se perdieron una ida al hospital y los que estaban lejos me facetimeaban. Mis tías y tíos que, además de consentirme, fueron un elemento fundamental para el bienestar de mis papás; mis perros, las flores, los pasteles, los brownies, el pan de muerto, las gomitas, los peluches, los mensajes y las cartas. Todo ello hizo que algo desagradable se convirtiera en la forma más amena y plena de convivencia.

La quimio es un arma de doble filo, la necesitas para vivir, pero al mismo tiempo te destruye.

Todas y cada una de las muestras de apoyo que recibí, han sido en conjunto, lo mejor que me ha dado la vida.

Ahora, lo feo… a lo que te enfrentas sola. Aquí está el meollo del asunto.

Empiezo por el físico, el pelo. Perder el pelo puede ser uno de los sucesos más traumáticos por los que pasa una mujer, más si siempre lo has tenido largo. El simple hecho de pensar en raparte da escalofríos. En mi caso, me apanicaba imaginarme pelona. Gran sorpresa la que me llevé el día que me rapé, fue como quitarme una mochila llena de piedras, me vi en el espejo, y me encantó. Desde ese momento entendí que el atractivo de alguien, no recae en lo físico, sino en su seguridad. Para los pacientes con cáncer, el pelo juega un rol muy importante, especialmente al principio del tratamiento, ya que es la parte que exhibe visualmente la enfermedad. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo va perdiendo su papel.

Perder el pelo puede ser uno de los sucesos más traumáticos por los que pasa una mujer, y más si siempre lo has tenido largo, el simple hecho de pensar en raparte da escalofríos.

El malestar… Los efectos secundarios del tratamiento llegaron a sacar lo peor de mí. Esos días de asco, nauseas, comezón, calentura, irritabilidad, ganas de estar tirada, no querer saber nada. Y por fin, cuando comienzan a pasar, ¿qué crees?: otra vez te toca quimio. Durante esos momentos de desesperación, me prometí a mí misma que el día que se terminara el tratamiento no iba a desperdiciar un segundo más de vida en cualquier cosa que no me llenara.

La excusa perfecta…

Cuando me diagnosticaron estaba cursando el último semestre de universidad. Nunca consideré darme de baja, a medida de lo posible traté de seguir con mis planes. Muy pocos de mis compañeros sabían acerca de mi situación y por muchos motivos decidí ser muy discreta. Los que sí estaban al tanto eran mis profesores, quienes me dieron todas las facilidades y comprensión para poder terminar la carrera a tiempo. Fueron muchas las veces que la mente me jugaba chueco, había una línea muy delgada entre lo que mi cuerpo me permitía hacer y lo que mi mente quería. Claro que cuando la flojera me ganaba para entregar alguna tarea, tenía la excusa perfecta para darle la vuelta, sin tener que enfrentar consecuencia alguna. Esto no sólo se reflejó en mi vida académica, sino también en lo personal. Fueron miles las veces que por no querer hacer algo, aunque me sintiera perfecta, me refugiaba en el “me siento mal”.

La remisión

Escuchar las siglas mágicas, NED, no evidence of disease. Para este punto crees que esta fecha marcará un antes y un después, como si fuera borrón y cuenta nueva. Claro que te alivianas, pero a partir de que te dan de alta, viene otra etapa completamente distinta a las anteriores. La que sabes que por ahora ya pasó. Sin embargo, siempre queda esa incertidumbre del 5 por ciento de probabilidad de recaer o desarrollar otro tipo de cáncer. Es el momento en el que crees que puedes regresar a hacer todo lo que podías hacer antes del tratamiento. Pero física, emocional y psicológicamente ya no eres la misma persona. En mi caso, reconocer que nunca regresaré a ser quien era, es un proceso que aún no he concluido.

En muchas ocasiones, me había puesto fechas límite para inhibir algún sentimiento, hoy me queda clarísimo, que las emociones y los sentimientos no tienen fecha de caducidad. A veces, he llegado a sentir nostalgia por regresar a ese momento en que me encontraba envuelta en una cápsula de apoyo incondicional. En un estado mental que sólo importaba yo y nada más, sin pensar en el futuro o en estar preocupada por mi propia ambición.

En muchas otras ocasiones, me había puesto fechas límite para inhibir algún sentimiento. Hoy me queda clarísimo, que las emociones y los sentimientos no tienen fecha de caducidad.

Cada individuo tiene su propia manera de navegar el sufrimiento, como mencioné al principio del texto, ninguna experiencia es comparable. Hablando por mí, aún me sigo enfrentando a mis propios demonios a raíz de lo que me pasó.

Volteando hacia atrás, no cambiaría nada de lo que viví.

Al contrario, me considero afortunada y con atribuciones únicas, que me hubiera llevado mucho tiempo descubrir de cualquier otro modo. Sostengo, que el cáncer en mí tuvo un efecto secundario que jamás escuché a ningún doctor mencionar.

Este efecto no es la epifanía que todos imaginan. Si no fue el poder reconocer la importancia de mi familia y amigos, de conocerme a mí como nunca lo hubiera imaginado. Y también, perderle el miedo a disfrutar de mi propia compañía. Me dio el poder de tomar decisiones bajo mi propio interés y de agregar a lo cotidiano enfoque y determinación. Cualquier adulto sensato diría que tan sólo maduré, en mi opinión es justo lo que significa superar una crisis, tan simple como eso, crecer y madurar.

Lo que me pasó no se lo deseo a nadie. Sin embargo, considero que el haber sobrevivido a un tratamiento de cáncer me dio lo más cercano a tener un súper poder.

 

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