¿Por qué alguien que parece tenerlo todo siente que su vida no vale nada?

Él cree haberlo perdido todo, se desconoce a si mismo como una fuente de energía. Está desconectado del aire que respira, de la luz que entra por la ventana, de los miles de milagros que están sucediendo en su interior, en cada una de las células que trabajan para mantenerlo en pie. Es un estado de olvido total acerca de cómo millones de personas y sucesos de la naturaleza están continuamente interconectándose para brindarle vida.

¿Quién podría sentirse solo si tiene conciencia de todas esas conexiones?

El éxito en el mundo físico es observable a simple vista y ciertamente nos provee de muchos satisfactores, algunos necesarios para la subsistencia, como la comida, el vestido y el techo. Otros, deleitan nuestros sentidos a través de la vista, el olfato, el tacto, el oído y el gusto.

Es fácil así, rodeados de tantos estímulos y satisfactores, olvidar lo que no se ve.

En esa carrera por la conquista de todos los territorios, las personas solemos entrar en un estado hipnótico de ingratitud y ceguera respecto de cómo cada cosa que nos nutre y alegra nos llega porque nadie está solo.

En el mundo de lo cotidiano, cada alimento que arriba a nuestras manos es resultado de una larga cadena de personas y eventos que sucedieron para que así fuera. Lo mismo sucede con cada objeto que nos brinda gusto y bienestar.

Así, “tener” con facilidad puede hacernos caer en la ficción de que “soy yo” el único proveedor de mi bienestar, lo que en primera instancia da una sensación de “soy lo máximo”. Con el paso del tiempo, lo que en un inicio fue autoestima y autosatisfacción, se va transformando en vanidad, displicencia y egolatría. Es un desprecio hacia los miles de canales que hicieron posibles nuestras hazañas.

Así, la persona se deja envolver en capas y más capas de autosuficiencia. Virtualmente se desconecta y desconecta sus sentidos de la bondad y el mundo que lo rodea. Está aislado, cree que es un isla y olvida el mar que lo sostiene y lo conecta con el universo. Y claro, se siente infinitamente solo y triste al creer que la vida nada le da.

Ahí está la ausencia de todo sentido, en un yo que olvidó que es parte de un nosotros. Ahí se percibe rodeado de obscuridad total y desaliento por que ahí es en donde se encuentra parado. Muchos llegan ahí, muchos están ahí, y aún no lo saben, sólo basta un evento desafortunado, un amor que se acaba, una mala noche, un instante de frustración y la obscuridad se desata. En ese momento, podemos movernos de regreso y reconectarnos hacia la gratitud, la fuerza dadora de vida y crecer. O por lo contrario, sucumbir ante el impulso autodestructivo y la falsa creencia de que estamos solos y a nadie le importa, porque en el fondo a nosotros no nos importa nadie, y quitarnos la vida.

¿Qué les hace pensar que la idea de “no estar”, que surge de un estado de obscuridad, es una promesa que será cumplida? ¿Será que realmente existe el estado de “no estar”? ¿Quien se suicida elige un estado de estar en una obscuridad que se torna más densa y negra porque ha sido seducido por ésta? Esto lo lleva a pensar que puede encontrar la libertad a través de la resistencia,  sin saber que la resistencia a lo que sea que no es deseado vuelve a quien se resiste preso de su condición.

Creer que los pensamientos y sentimientos negativos saben y conocen el camino para deshacernos de nuestra miseria es como querer limpiar un espejo con lodo.

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4 Comentarios
  1. Muy buen artículo…, las felicito …tocan temas muy importantes y muy actuales !!!! De una manera profunda !!!!! Te ayuda a poner un alto y pensar para valorar

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