Yo lo digo por las que ya no están y no pueden contarlo

Por María Borja

Hubo un día en el que todo era mío

Eran mías la luna y también las estrellas

Iluminaban, tintineaban, bailaban en el cielo nocturno

Y la vida, y las ganas de vivirla

Pero, de pronto, me las apagaron

En la calle las miradas eran pistolas cargadas, con el objetivo bien puesto en mi cabeza

Cuando parpadeaban se escuchaban los balazos

Los suspiros, los susurros, los piropos escondían cuchillos y navajas

Que se clavaban con fuerza en mi espalda

Dar un beso era como firmar tu propia sentencia de muerte

Y mi falda roja favorita, no era falda,

Era un cartel, que decía en letra muy grande “ESTOY PIDIENDO QUE ME VIOLES”

Ilustración: Maremoto Instagram: @marmarmaremoto

Los terrenos y los campos que recorrí para ir a la escuela o al trabajo

Ahora eran cementerios en anonimato, sin tumbas ni flores

Sin siquiera una cruz de madera que se postrara sobre mis restos

Y mi cuerpo no era cuerpo, ni mucho menos era mío

 

Era un pedazo de carne, un objeto,

un recurso simbólico de la narrativa, del discurso

Misógino y maldito

Patriarcal y violento

Asesino, pero no asesino, más bien feminicida

Que gritaba con fuerza

“Ni una, ni dos, ni tres menos. Ni 600 otros de sus cuerpos cayendo fuerte contra el pavimento harán que el piso de este país tiemble”

Ilustración: Maremoto
Instagram: @marmarmaremoto
Y mi nombre no sonaba, ya ni siquiera un eco hacía

Porque ¿quién se iba a acordar de él cuando éramos más de siete al día?

Y entonces ni la luna, ni las estrellas, ni la noche pero tampoco el día, eran para mí

 

Ni la vida, ni las ganas de vivirla, que fueron arrebatadas para siempre de mis manos

Porque aquí “así son las cosas”

Por la mala fortuna de ser; por el simple hecho de nacer en un cuerpo de mujer

Para las que no están y por las que siguen

Ni un solo feminicidio más

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